BIEN GUARDADO
Bien guardado
Estuvimos todo el día buscando el lugar exacto, y al final lo encontramos, “ ― ¡ Aquí es ! ”.
Justo debajo de un viejo olivo, entre sus retorcidas y enmarañadas raíces, había un agujero, y no parecía ser ninguna madriguera de alguna especie animal, mas bien era un agujero simple y natural en la base de ese árbol.
Allí lo escondimos, metí mi mano dentro de esa cavidad, hasta donde me dio el brazo, pues era profunda, y ahí lo solté. Qué mejor lugar que un vetusto olivo casi centenario para ocultar algo que quieres que perdure otros muchos años y años más.
Esos años pasaron, y fueron muchos, pero que muchos, y..., yo no podía acordarme ya de eso que escondí, así que, fue pura casualidad la que me llevó a recostarme bajo ese árbol, ese, mismo, olivo.
Sacando un tirachinas de mi bolsillo trasero, me preparaba para apuntar y disparar a una perdiz que picoteaba a unos metros de allí el labrado suelo de tierra, cuando al buscar ahora en el bolsillo de mi camiseta un perdigón para lanzar, me dí cuenta que ya no tenía ninguno, porque se me habían agotado ya ese puñado que me eché encima para llevar.
Entonces, vi en una rama del olivo donde me encontraba una aceituna ya renegrida, con la piel arrugada y seca envolviendo el hueso, y pensé, esta me valdrá para disparar, está bastante dura. Alargué el brazo, y cuando la tenía agarrada entre mis dedos, tiré fuerte de ella, pero parecía estar fuertemente adherida aun, así que tuve que arrancarla usando más fuerza, trayéndome hacia mí la rama, lo que propició, que al quedarme con la sustraída aceituna en la mano, esa rama saliese despedida, haciendo el suficiente ruido como para asustar a la perdiz, que salió espantada del lugar entre un torbellino de patas moviéndose a gran velocidad. Lamentándome de mi torpeza tiré al suelo el tirachinas, que fue a colarse incomprensiblemente en ese agujero que había en la base del árbol, y digo incomprensiblemente para mí, porque ese agujero parecía ser más pequeño que mi tirachinas.
Me agaché, e introduje la mano para coger ese instrumento de palo y goma, avanzando lentamente la mano por el interior, y palpando con los dedos mientras no salía de mi asombro de lo honda que era esa cavidad. Al fin, y cuando ya estaba haciendo tope mi hombro en el borde de la entrada, agarré lo que me pareció ser ese tirachinas, y lo saqué.
Mi asombro fue superlativo, al observar bien, y muy, muy de cerca, frente a mis ojos..., que ese tirachinas mío estaba tan demacrado y viejo que no parecía ser el lustroso y nuevo instrumento que el día anterior me había fabricado mi hermano mayor. La goma negra de caucho que cortó de una cámara de rueda de coche, estaba tiesa, encogida, y muy cuarteada, sin propiedad elástica alguna, y el tronquito, en forma de i griega, con grietas abiertas por las betas de la madera, con hongos, y verdina. Seguramente lo hubiese tirado pensando que se trataba de otro, si no hubiese sido por lo personalizado que era, pues mi hermano, le había tallado mis iniciales, y en la base, le había incrustado un platillo de botella de cerveza, bien clavado con una puntilla. Sin duda, era mi tirachinas, pero como si tuviese 70 años más.
¿ Qué pasó ?, pero..., si no habían pasado más que unos segundos desde que se me cayó en ese boquete abierto en aquel viejísimo árbol. Pues…, ni más ni menos pasó..., que era ese mismo olivo, ese centenario Arbol, pero con 70 años menos, y esos años, que al principio dije que habían pasado, fueron hacia atrás, hasta llegar a cuando yo tenía 15 de edad, por eso, no podía tener en mi mente, recuerdo alguno de haber escondido allí mi viejo tirachinas en el futuro.
Como empecé contando al inicio de esta historia, era yo con 85 años, simplemente busqué un lugar perdurable en el tiempo, y pensé..., ¿qué noción del tiempo, puede tener un árbol?, ¿sería cómo la nuestra?, o conciben el tiempo sin principio ni fin, sin dirección hacia delante, o hacia atrás, Así que, por ese motivo hice lo que hice, esconderlo allí donde yo sabía que con 15 años se me cayó ese mismo instrumento de palo.
Una cosa más, ese tirachinas..., el que se me cayó en dicha oquedad, ese que me hizo nuevo mi hermano cuando yo tenía 15 años, que tenía tallada mis iniciales en la empuñadura, y que nunca volví a ver en ese buen estado después de sacarlo con 70 años encima de envejecimiento de aquel agujero, pues..., por detrás de dicha empuñadura, dejé tallados cuando lo escondí con 85 años los números de la lotería super millonaria, y con su fecha de sorteo, para que yo los utilizara al cumplir los 18 años, justo tres años después de sacarlo tan viejo del interior de aquel olivo. Como pueden comprender, a partir esa fecha, soy el propietario de esa finca, donde se encuentra ese olivo desde hace muchos años.
Conclusión
El paso del tiempo lo entendemos como pasado, presente, y futuro, y lo seguimos en esa única dirección, siempre hacia el futuro, pero..., ¿ y si somos los únicos que lo percibimos de esa manera ?, tengamos en cuenta que el tiempo es relativo.